Era de noche. Los hermanos
Florentino, Florencio y Florete presos de un aburrimiento mortal se
habían desafiado y habían apostado una botella de vino, a cuál de los tres era
más valiente y se atrevía a internarse en el cementerio.
Florentino para disimular sus miedos y fortalecer su hombría
llevaba un cuchillo y alardeaba todo el tiempo de que él era capaz de
ensartarlo en la mismísima tumba de Fulgencio Malaonda (un viejo vecino que por
años había tenido problemas con su abuelo y las generaciones que le siguieron,
incluyéndolos).
Florencio para no ser menos dijo que a él no le daba miedo,
el viejo ya estaba muerto y enterrado por lo que era capaz de cantarle también
“Bailaré sobre tu tumba”.
Florete en cambio, sin querer demostrar su miedo murmuraba
en lo bajito y reía nerviosamente.
Despacito, sin hacer ruido franquearon el viejo portón de
hierro del cementerio e iluminados a penas con la linterna de un Nokia 1108 se internaron
dentro de él. Comenzaron a caminar entre las lápidas buscando la del mencionado
vecino hasta que la encontraron:
Florentino a punto de pegar un grito de alegría, se limitó a
hacer señales con sus brazos indicándoles a sus hermanos que allí estaba la
tumba. Sin muchos miramientos empuñó el cuchillo y lo clavó con todas sus
fuerzas en la tierra, mientras decía “¡Tomá viejo choto!”.
Florencio celebró la audacia de su hermano mientras Florete
temblaba de tanta falta de respeto.
Ahora era el turno de Florencio, quién tampoco tuvo ningún temor en
repetir la hazaña.
Florete veía venir su momento, las piernas le temblaban y
sudaba frio. Creía que el espíritu del vecino se les aparecería en cualquier
momento dispuesto a acabar con ellos. Preso de mucha tensión tomó el cuchillo
de mano de Florencio y con su mano temblorosa lo clavó en la tierra.
En eso, sintió un fuerte tirón en su suéter. Sus hermanos
estaban frente a él observándolo. Quiso moverse, más algo desde la tierra
parecía sujetarlo y no dejarlo ir. Un grito de espanto escapó de su garganta y
un fuerte dolor en el pecho se le hizo incontenible.
Y allí quedó el pobre Florete. Murió de susto, convencido de
que Fulgencio Malaonda había cobrado venganza. Sus hermanos vieron con asombro como el cuchillo en un
descuido de Florete había quedado prendido de su suéter.
Gracias Charo!
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