DE MORTIMER
Mortimer tenía que efectuar cinco muertes si o si o sería
despedido. Como buena parca que era, estaba dispuesto a cumplir con su
cometido. En su despacho, tenía una lista con los nombres de sus víctimas. En
ella se podía leer:
- Epifania Comearaña: 98 años, viuda. Causa de muerte: una indigestión por sus extraños gustos culinarios.
- Seferíno Chupavino: 23 años, soltero. Causa de muerte: Se tirará de un puente al ver a su ex novia con otro.
- Yuliberta Compraoferta: 30 años, compradora compulsiva. Causa de muerte: Aplastada en el tumulto de un “Sale Off”
- Pitasio Viagrán: 76 años. Casado con una joven de 21 años. Causa de muerte: Paro cardiaco por excitación extrema.
- Arsenio Corruptelli: 54 años, político, postulante a la presidencia. Causa de muerte: Atentado mortal por fanáticos de la oposición.
Mortimer al ver la lista pensó que era tarea fácil, así que fue en búsqueda de su primer víctima.
Tomando en cuenta la afición de Epifania Comeraña por degustar platos exóticos, decidió preparar un raro menú a base de un insecto mortal. Luego de arduas investigaciones, decidió que un espécimen de Sicarius hahni (una araña mortal), sería lo ideal para su cometido. Se instaló en la cocina y preparó una especie de puré de araña, disimulado con verduras y especies.
Disfrazado de delivery, llevó la humeante preparación a casa de Epifania, convencido de que la mujer moriría ni bien probara el primer bocado. Sin embargo, el alimento fue digerido sin problema alguno, logrando que Epifania en vez de morir al instante, volviera a llamar para pedir un segundo plato de ese menú tan exquisito.
La situación de Seferino era angustiante, perturbado y alcoholizado, hacía días que venía siguiendo a su ex novia, siendo testigo de escenas de amor con su nueva pareja.
Se encontraba en una de esas situaciones de celos compulsivos, cercano al puente Deaquímetiro, viendo como su ex se mataba a besos con su nuevo amor.
Mortimer, al verlo cerca del puente, pensó que era su momento de actuar. La decisión del suicidio era inminente, así que se plantó ante él y comenzó a darle razones por las cuales no valía la pena su vida y que ya era hora de que tomara su última decisión.
Seferino lo escuchó atentamente, convenciéndose de que el desconocido tenía razón. Debía actuar de inmediato, y sin más sacó un cuchillo y corrió hacia la pareja de su ex novia...
Mortiemer vería su tarea comprometida. Sus dos primeros casos habían fallado, por lo que tenía que esmerarse al máximo en su próxima misión o ir considerando su despido.
Y allí estaba Yuliberta, prendada de las vidrieras de oferta, con su tarjeta de crédito en la mano.
Esta vez sí estaba seguro. Su presa era fácil. Se la podía ver más que dispuesta a zambullirse entre la multitud.
Con disimulo le dio un pequeño empujón y vio cómo se perdía entre la masa. Se hizo un gran embotellamiento de cuerpos que se apretaban con violencia. Se escucharon gritos desesperados. Ya la imaginaba asfixiándose, cuando de pronto, sintió detrás suyo:
" ¡Qué ganga, qué ganga! Todo lo que se puede comprar en unos pocos segundos!"
Frustrado, fue en búsqueda de Pitasio. Esta vez no podía fallar. Juzgó que aquél hombre ya entrado en años, obeso y gran fumador, poco podía durar en una noche de pasión con una chica tan joven y vigorosa.
Si bien la situación le resultó vergonzosa, vio cómo aquél hombre manipulaba a la chica, sudoroso y lanzando gritos de placer. En eso, cuando llega al éxtasis, se desploma y queda tendido junto a ella. Siente el el silencio... "¡Yes! ¡Está hecho!" -pensó Mortimer, cuando se escucha: "Mi amor, préndeme un pucho".
Definitivamente le quedaba una última oportunidad.
Arsenio se encontraba a mitad de un discurso. Mortimer vio un movimiento cercano muy sospechoso entre los oyentes. Varios hombres murmuraban de manera conspiratoria, seguro estaba por producirse el atentado. Por datos obtenidos, un gran detractor poseía un arma con lo cual lo eliminaría. Estaba atento, esperando el momento, cuando una señora sacó de un bolso un montón de tomates que empezó a tirarle cual proyectiles al Arsenio mientras le gritaba: "¡Corrupto! ¡Mentiroso!". La seguridad actuó de inmediato, mientras sigilosamente un hombre, ocultaba un arma en su bolsillo y huía desistiendo de su plan sin que nadie lo viera.
Mortimer al borde de la desesperación decidió terminar con su vida, no aceptaría tal fracaso. Había fallado en su misión y un gran castigo le esperaba.
Desmotivado, buscó un árbol para ahorcarse. Con dificultad ató la soga a una rama... y allí quedó, colgado, meciéndose y dándose cuenta que inútil había sido su intento.
- "¡Qué estúpido que soy, yo ya estoy muerto!"
Tomando en cuenta la afición de Epifania Comeraña por degustar platos exóticos, decidió preparar un raro menú a base de un insecto mortal. Luego de arduas investigaciones, decidió que un espécimen de Sicarius hahni (una araña mortal), sería lo ideal para su cometido. Se instaló en la cocina y preparó una especie de puré de araña, disimulado con verduras y especies.
Disfrazado de delivery, llevó la humeante preparación a casa de Epifania, convencido de que la mujer moriría ni bien probara el primer bocado. Sin embargo, el alimento fue digerido sin problema alguno, logrando que Epifania en vez de morir al instante, volviera a llamar para pedir un segundo plato de ese menú tan exquisito.
La situación de Seferino era angustiante, perturbado y alcoholizado, hacía días que venía siguiendo a su ex novia, siendo testigo de escenas de amor con su nueva pareja.
Se encontraba en una de esas situaciones de celos compulsivos, cercano al puente Deaquímetiro, viendo como su ex se mataba a besos con su nuevo amor.
Mortimer, al verlo cerca del puente, pensó que era su momento de actuar. La decisión del suicidio era inminente, así que se plantó ante él y comenzó a darle razones por las cuales no valía la pena su vida y que ya era hora de que tomara su última decisión.
Seferino lo escuchó atentamente, convenciéndose de que el desconocido tenía razón. Debía actuar de inmediato, y sin más sacó un cuchillo y corrió hacia la pareja de su ex novia...
Mortiemer vería su tarea comprometida. Sus dos primeros casos habían fallado, por lo que tenía que esmerarse al máximo en su próxima misión o ir considerando su despido.
Y allí estaba Yuliberta, prendada de las vidrieras de oferta, con su tarjeta de crédito en la mano.
Esta vez sí estaba seguro. Su presa era fácil. Se la podía ver más que dispuesta a zambullirse entre la multitud.
Con disimulo le dio un pequeño empujón y vio cómo se perdía entre la masa. Se hizo un gran embotellamiento de cuerpos que se apretaban con violencia. Se escucharon gritos desesperados. Ya la imaginaba asfixiándose, cuando de pronto, sintió detrás suyo:
" ¡Qué ganga, qué ganga! Todo lo que se puede comprar en unos pocos segundos!"
Frustrado, fue en búsqueda de Pitasio. Esta vez no podía fallar. Juzgó que aquél hombre ya entrado en años, obeso y gran fumador, poco podía durar en una noche de pasión con una chica tan joven y vigorosa.
Si bien la situación le resultó vergonzosa, vio cómo aquél hombre manipulaba a la chica, sudoroso y lanzando gritos de placer. En eso, cuando llega al éxtasis, se desploma y queda tendido junto a ella. Siente el el silencio... "¡Yes! ¡Está hecho!" -pensó Mortimer, cuando se escucha: "Mi amor, préndeme un pucho".
Definitivamente le quedaba una última oportunidad.
Arsenio se encontraba a mitad de un discurso. Mortimer vio un movimiento cercano muy sospechoso entre los oyentes. Varios hombres murmuraban de manera conspiratoria, seguro estaba por producirse el atentado. Por datos obtenidos, un gran detractor poseía un arma con lo cual lo eliminaría. Estaba atento, esperando el momento, cuando una señora sacó de un bolso un montón de tomates que empezó a tirarle cual proyectiles al Arsenio mientras le gritaba: "¡Corrupto! ¡Mentiroso!". La seguridad actuó de inmediato, mientras sigilosamente un hombre, ocultaba un arma en su bolsillo y huía desistiendo de su plan sin que nadie lo viera.
Mortimer al borde de la desesperación decidió terminar con su vida, no aceptaría tal fracaso. Había fallado en su misión y un gran castigo le esperaba.
Desmotivado, buscó un árbol para ahorcarse. Con dificultad ató la soga a una rama... y allí quedó, colgado, meciéndose y dándose cuenta que inútil había sido su intento.
- "¡Qué estúpido que soy, yo ya estoy muerto!"
Propuesta del blog de Teresa Cameselle